Dr. Francesco Sepúlveda Cerda, graduado del Doctorado en Territorio, Espacio y Sociedad de la Universidad de Chile
Sepúlveda

El Dr. Sepúlveda, actualmente investigador del proyecto postdoctoral ANID N°3250761, titulado “Cuando los niños y niñas rurales cuentan sus territorios: el habitar de la infancia rural en contexto de cambio climático en Chile”, comparte su experiencia en el Doctorado en Territorio, Espacio y Sociedad de la Universidad de Chile. Conoció el programa en 2017, durante su titulación del Magíster en Urbanismo (FAU), y le atrajeron su enfoque interdisciplinario, sus líneas de investigación y la posibilidad de aprender de académicos como la Dra. Paola Jirón, lo que finalmente lo motivó a postular.

¿Qué despertó su interés por este postgrado y cuáles fueron las motivaciones principales que lo llevaron a escogerlo?

Me enteré del programa en 2017, durante mi ceremonia de titulación del Magíster en Urbanismo de la FAU. Allí se anunció el lanzamiento del programa para el año siguiente, junto con las fechas de postulación. En ese momento pensé que no era una casualidad, pues ya estaba evaluando cursar un doctorado y mi experiencia en la FAU había sido muy positiva. Al revisar la descripción, valoré profundamente la perspectiva interdisciplinaria y las distintas líneas de trabajo del programa. Había conocido a la Dra. Paola Jirón —una de sus creadoras— en una clase, y sentía que podía aprender mucho de su manera de comprender el territorio y sus complejidades. De esta forma, sentí que mis intereses y la perspectiva que podía aportar tenían cabida en un programa nuevo y experimental como este.

Con base en su experiencia como graduado, ¿qué aportes o aprendizajes de este programa considera más influyentes en su trayectoria académica y profesional?

La formación doctoral influyó de distintas maneras en mi forma de pensar la investigación y la vida académica. Si bien podría destacar aprendizajes prácticos —como la redacción de artículos o la presentación de resultados—, quiero centrarme en dos aprendizajes clave. Primero, comprendí que la propia perspectiva es solo una entre muchas, especialmente en lo que refiere a la posición disciplinar. Estudiar con profesionales de otras áreas me hizo ver que existen múltiples lenguajes moldeados por cada campo de conocimiento. Estas diferencias no son menores: son formas distintas de ver y habitar el mundo, y demandan paciencia, empatía y esfuerzo mutuo para lograr una comunicación efectiva. Segundo, la investigación doctoral me impulsó a explorar discusiones, nichos y líneas de investigación desarrolladas en otros continentes para mantenerme al día con los debates globales vinculados a mi tema. Esto me obligó a mejorar mi inglés y a leer sobre experiencias y perspectivas dentro y fuera de Latinoamérica, ampliando significativamente mi mirada.

Desde su perspectiva, ¿qué características singulares adquiere este programa al desarrollarse en una universidad estatal y en qué aspectos se distingue de otros similares?

La principal característica —y también el mayor desafío— de este programa es su apuesta por la interdisciplina. Cuando un programa se construye desde una disciplina claramente delimitada, es fácil prever qué esperar: existe un lenguaje común, un marco compartido y límites disciplinares definidos. En cambio, un programa interdisciplinario es un rompecabezas ontológico, epistemológico, metodológico y disciplinar que nunca termina de encajar del todo. Esto implica constantes ajustes, conflictos académicos y discusiones que no siempre tienen solución. Lo anterior se intensifica en una institución altamente burocrática como la Universidad de Chile. Aun así, considero que estas tensiones son necesarias para abordar una temática tan compleja como el territorio. Es probable que estas características estén asociadas a la juventud del programa, y no sé si se mantendrán en el tiempo. Sin embargo, creo que es un sello que otros programas no poseen. No es un espacio académico para cualquiera, pues puede generar situaciones incómodas, pero en mi caso encontré apoyo académico, libertad de pensamiento y las motivaciones necesarias para concluir una tesis acorde a mis intereses y lograr un crecimiento que no habría alcanzado en otro contexto.

El CUECH plantea sellos que guían la labor de las universidades estatales. Durante su formación, ¿cómo se manifestaron estos principios y cómo contribuyeron a su experiencia?

Mi proyecto doctoral se relacionaba con la participación de niños y niñas en la construcción de los territorios rurales que habitan, entendiéndolos como sujetos de derecho. Aunque el programa transformó mi forma de comprender la temática, la infancia rural siempre permaneció como el eje central. Esto no solo por mi insistencia, sino también porque el cuerpo académico entendía que se trataba de un grupo históricamente postergado por la academia y el Estado, tanto en Chile como en Latinoamérica. Abordar la infancia rural implicó acercarse a diversas realidades territoriales, experiencias de vida y perspectivas, para reflexionar sobre el futuro de los territorios rurales y quienes los habitan. Aunque no había académicos especializados en el tema, las discusiones siempre se dieron en un marco orientado a promover un conocimiento más democrático e inclusivo. La comunidad académica me invitó a explorar distintos campos del saber, me propuso metodologías y estrategias de trabajo, y me ofreció reflexiones y cuestionamientos que fortalecieron mis argumentos.

Para finalizar, ¿qué mensaje compartiría con quienes evalúan cursar un postgrado en una universidad pública?

Cuando recién terminé el programa, pensaba que jamás recomendaría realizar un doctorado: hay que estar loco para entrar en un programa así en Chile. Con el tiempo, mi perspectiva se suavizó. No lo recomendaría a menos que alguien tenga una alta determinación y comprenda a lo que se enfrenta. La diferencia entre un magíster y un doctorado es enorme, no solo por la duración, sino por la profundidad teórica y el nivel de exigencia. Es fundamental postular con una idea de proyecto que, sin ser definitiva, sea estable, se alinee con el programa y pueda sostener la motivación durante años. Durante los estudios es clave manejar un programa de referencias, presentar en diversas instancias, participar en talleres y coloquios relacionados con el tema, y en el período de tesis leer y escribir constantemente: si no se sabe qué escribir, hay que leer, y viceversa. Finalmente —y para mí lo más importante— es contar con una buena red de apoyo. Sin el respaldo de familiares y amigos, y sin actividades recreativas que cuiden la salud física y mental, el desgaste puede ser profundo, afectando la continuidad del proyecto e incluso la seguridad personal en el mediano o largo plazo.