Dra. Constanza Jorquera Mery, graduada del Doctorado en Estudios Americanos, Especialidad en Estudios Internacionales de la Universidad de Santiago de Chile
Dra. Constanza Jorquera

Constanza Jorquera Mery, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad de Santiago de Chile, es doctora en Estudios Americanos, mención en Estudios Internacionales, por la USACH (2016–2024). Durante su formación académico, siempre tuvo claridad sobre la importancia de la formación continua y la investigación como ejes de su desarrollo profesional, lo que la llevó a cursar el doctorado en su misma casa de estudios.

Destaca esta experiencia como graduada de este programa, resaltando esta experiencia como una etapa fundamental para su perfeccionamiento disciplinario, el fortalecimiento de su agenda investigativa y su compromiso con la memoria histórica de Chile. A lo largo de su trayectoria ha combinado la docencia, la participación en redes académicas y de política exterior, así como el impulso de iniciativas feministas que promueven el pensamiento crítico y el trabajo colaborativo.

¿De qué manera surgió su interés por el Doctorado en Estudios Americanos del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la USACH, y cuáles fueron las razones que la llevaron a optar por este programa?

Como internacionalista, siempre fui consciente de la importancia de continuar mis estudios de postgrado, no solo como una motivación y proyecto personal desde mi etapa de pregrado, sino también porque nuestra profesión exige perfeccionamiento disciplinario, capacitación constante y el fortalecimiento de agendas de investigación.
Seguir con una maestría en Estudios Internacionales y luego con el Doctorado en Estudios Americanos fue un camino natural para mí, especialmente en mi casa de estudios, considerando su prestigio académico, calidad docente, carácter interdisciplinario y las sólidas agendas de investigación que desarrolla, sumado a la impronta de la memoria en la historia reciente de Chile.

Además, el IDEA se convirtió en parte de mi vida desde los últimos años de pregrado en Estudios Internacionales, permitiéndome conocer e integrarme a un ecosistema intelectual muy activo, productivo y estimulante, que dialoga con múltiples actores tanto en Chile como en el resto del mundo.

¿Cómo valora su experiencia al realizar este posgrado en una universidad estatal?

Estudiar en una universidad estatal —como ha sido mi experiencia desde el inicio de mi formación académica, y ahora también como profesora e investigadora— representa un desafío en términos de resiliencia, adaptabilidad, disciplina y esfuerzo orientado a la excelencia académica, tanto a nivel teórico como metodológico.
A pesar de que muchas veces no contamos con la mejor infraestructura o acceso a ciertos recursos, he podido constatar que profesoras, profesores y funcionariado entregan todo de sí por el proyecto formativo que se construye día a día. Esto enseña a valorar lo esencial: la experiencia formativa y el vínculo con quienes enseñan, que es el núcleo de la educación pública.

Las universidades estatales son espacios inclusivos, democráticos, laicos, pluralistas y libres, donde se incentiva el debate abierto. Además, la productividad académica del profesorado es un valor clave, pues como estudiantes accedemos a conocimientos actualizados y discusiones críticas de la disciplina, lo que abre puertas para nuestro desarrollo como investigadores.

¿Qué impacto tuvo este doctorado en su desarrollo y proyección profesional?

Mi experiencia educativa fue continua: ingresé al Magíster inmediatamente después de finalizar mi licenciatura, y al Doctorado tras concluir el Magíster. Esto supuso un compromiso intelectual y personal importante, que exigió mucha dedicación y determinación, especialmente considerando el creciente nivel de exigencia en cada etapa.
Un doctorado implica elaborar una investigación original que transite por las fronteras disciplinares y profundice en el conocimiento de un problema específico, todo en constante interacción con colegas y actores diversos.

Comencé el doctorado al mismo tiempo que iniciaba mi carrera como académica, lo que me permitió articular ambos roles y adquirir herramientas para mejorar mi forma de pensar, investigar, analizar y enseñar. Con el paso del tiempo, me integré no solo a redes académicas, sino también a la comunidad de política exterior en Chile, contribuyendo a debates, asesorías y al diseño de mecanismos de acción frente a desafíos globales, en colaboración con el Ministerio de Relaciones Exteriores y diversas embajadas.
En ese sentido, el doctorado me entregó una plataforma, herramientas y la confianza necesaria para potenciar mis ideas, compartirlas con el mundo y consolidarme como analista internacional.

Si tuviera que destacar una fortaleza que distingue a este programa y lo hace único frente a otros doctorados en el país o la región, ¿cuál sería y por qué cree que marca la diferencia?

El Doctorado en Estudios Americanos tiene una larga trayectoria en la formación de académicos e investigadores destacados en Chile y América Latina. Fue pionero en consolidar a América como objeto de estudio, desde un enfoque situado en nuestra región, anticipando debates que hoy se enmarcan en la categoría del “Sur Global”.

Su abordaje multi e interdisciplinario convierte al programa en un espacio privilegiado para pensar los grandes procesos sociales desde una perspectiva comparada, promoviendo ideas que dialogan con problemáticas reales y sistémicas del continente, como el desarrollo, la inserción internacional y la gobernabilidad democrática.
Además, el programa rescata un valioso patrimonio teórico y conceptual latinoamericano, y se compromete con la circulación de ideas y la innovación en investigación.
Cuenta con un claustro académico diverso y exigente, con presencia de investigadores de distintas partes del mundo, lo que potencia su carácter único y estimulante.

El CUECH establece una serie de sellos identitarios que guían la labor de las universidades estatales. En su vivencia como egresada, ¿de qué manera se incorporaron y manifestaron estos principios durante el desarrollo de su formación doctoral?

El programa refuerza la identidad y la responsabilidad de ser cientistas sociales, articulando cuatro especialidades (estudios internacionales, historia, estudios sociales y políticos, y pensamiento y cultura), lo que favorece un espacio de colaboración y aprendizaje mutuo entre personas muy diversas.
Cada estudiante aporta desde su propia trayectoria y experiencia, y trabaja con una “caja de herramientas” construida en conjunto con el cuerpo académico.

Durante los años que dura el proceso doctoral, estos principios están presentes de manera constante. Como cientistas sociales, problematizamos la realidad de sociedades complejas a través de preguntas analíticas que sometemos a técnicas, modelos e instrumentos, para luego devolver respuestas a esas mismas sociedades en forma de diagnósticos, explicaciones y propuestas de política pública, a nivel local, nacional e internacional.

Somos sujetos y objetos de investigación al mismo tiempo. En ese proceso, destaco la cantidad de proyectos, publicaciones, actividades académicas, redes colaborativas e intervenciones sociales impulsadas por el programa, que permiten amplificar voces diversas con mucho que decir.

Desde su experiencia como graduada, ¿qué aspectos positivos destacaría de los programas de posgrado en universidades estatales y qué mensaje daría a quienes están pensando en integrarse a ellos?

 Las universidades estatales cuentan con un prestigio y una trayectoria institucional que se reflejan en la experiencia estudiantil, ya sea en las cátedras, investigaciones, extensión o vida cultural. Todas estas dimensiones están marcadas por un compromiso claro con una educación de calidad, inclusiva y orientada a la transformación social.

Desde que me preparaba para ingresar a la universidad, tuve la convicción de que debía hacerlo en una institución estatal. Así fue desde mi licenciatura hasta el doctorado, y por eso me enorgullece ser hija de este modelo educativo, especialmente de la USACH, que posee un legado y una memoria histórica fundamentales para el país. En esa institución aprendí el valor del compromiso con la democracia y el cambio social.

A quienes están considerando cursar un posgrado, les diría que es fundamental involucrarse plenamente con estos valores, comprometerse a nivel intelectual y ciudadano con su disciplina, y mantener siempre una disposición al diálogo interdisciplinario. Esta experiencia los llevará a cuestionar su realidad, desarrollar pensamiento crítico y salir de su zona de confort.
Será necesario demostrar lo que son capaces de hacer de manera autónoma y utilizar las herramientas disponibles para construir un camino propio hacia la meta de convertirse en especialistas en su campo.

En cuanto a la práctica investigativa, mi programa enfatizó el rigor metodológico necesario para abordar fenómenos internacionales desde una perspectiva multidimensional, integrando factores históricos, culturales e ideacionales con el análisis estratégico e institucional.

En el contexto internacional actual —marcado por la incertidumbre, las amenazas globales, la crisis del multilateralismo y de las democracias—, tenemos una responsabilidad ética y política como académicas y académicos: ser agentes de cambio, promover el diálogo, construir redes a nivel nacional e internacional, y aportar a la construcción de sociedades más justas, resilientes y solidarias.