Entre 2020 y 2024, Felipe Ponce Correa cursó el Doctorado en Psicología impartido en conjunto por la Universidad de Tarapacá (UTA) y la Universidad Católica del Norte (UCN). Su trayectoria se distingue por la integración de la práctica clínica, la docencia universitaria y la investigación aplicada, siempre con un enfoque de psicología basada en la evidencia, culturalmente pertinente y territorialmente situada. El psicólogo egresado de la Universidad de Tarapacá, posee más de diez años de experiencia en terapia cognitivo-conductual, EMDR y psicoterapia de duelo, desarrollada principalmente en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Dr. Juan Noé Crevani en Arica. Desde 2014 ejerce como docente en la Universidad de Tarapacá y ha colaborado con la Dra. Alejandra Caqueo-Urízar en investigaciones sobre esquizofrenia en contextos multiculturales en Chile, Perú y Bolivia.
Actualmente, se desempeña como académico de jornada completa en la misma casa de estudios, donde impulsa una línea de investigación en salud al final de la vida, enfocada en la humanización de los cuidados paliativos y en aportar evidencia para fortalecer políticas y prácticas sanitarias en contextos regionales. En esta ocasión, el Dr. Ponce comparte su visión sobre la relevancia de los programas de postgrado y su impacto en la formación académica y profesional.
Desde su experiencia, ¿qué impacto cree que tienen los programas de postgrado en el desarrollo profesional y académico en nuestro país?
Los programas de postgrado cumplen un papel esencial en la construcción de conocimiento situado, riguroso y contextualizado, que no solo enriquece la formación avanzada de los profesionales, sino que también establece un vínculo dinámico y bidireccional con la sociedad y su entorno. Este proceso adquiere especial relevancia en el ámbito de las ciencias sociales, donde la complejidad y el dinamismo de los fenómenos estudiados demandan enfoques flexibles y sensibles a las transformaciones culturales, sociales y políticas. En esta línea, los programas de postgrado contribuyen de manera decisiva a la formación de profesionales críticos y reflexivos, capaces de integrar evidencia científica rigurosa con una comprensión profunda de sus contextos territoriales y culturales. La generación de conocimiento situado permite que las investigaciones retroalimenten la formación profesional, orientando no solo la enseñanza, sino también las prácticas de intervención, las políticas públicas y las estrategias de desarrollo social.
Asimismo, en un mundo cada vez más globalizado, los programas de postgrado promueven la movilidad académica, la cooperación interdisciplinaria y la incorporación de perspectivas internacionales que enriquecen la producción científica nacional. Esta apertura fortalece la capacidad de responder a problemas locales desde una mirada global, aumentando la pertinencia y la aplicabilidad de los hallazgos en diversos contextos.
En el contexto actual, ¿cómo valora usted el aporte que hacen las universidades estatales en la generación de conocimiento y en la formación de investigadores y profesionales altamente calificados?
Las universidades estatales chilenas constituyen un pilar fundamental de la educación pública y del sistema científico nacional, desempeñando un rol decisivo en la formación de profesionales e investigadores altamente calificados, así como en la generación de conocimiento pertinente y situado. Su contribución resulta especialmente significativa en la promoción de la descentralización del saber y del desarrollo académico, acercando la educación superior y la investigación a regiones históricamente marginadas del circuito centralizado de la producción científica y cultural. Este enfoque descentralizador no solo democratiza el acceso a una educación de calidad, sino que también impulsa investigaciones que responden a las particularidades sociales, culturales y territoriales de cada región, fortaleciendo la pertinencia y el impacto de los estudios. En este sentido, las universidades estatales se configuran como agentes clave para la equidad territorial y para la articulación entre conocimiento, sociedad y políticas públicas locales.
Si bien enfrentan desafíos relacionados con recursos, infraestructura y colaboración académica, mantienen un compromiso sólido con la formación crítica y socialmente responsable, así como con la producción científica que responde a las demandas locales y globales. Además, buscan equilibrar la presión por indicadores cuantitativos con la necesidad de sostener líneas de investigación profundas y contextualizadas, orientadas al impacto social real.
En definitiva, el rol de las universidades estatales es indispensable para avanzar hacia un modelo educativo y científico más equitativo, descentralizado y capaz de generar transformaciones sociales significativas. Su aporte fortalece la diversidad del ecosistema académico nacional y promueve un desarrollo regional inclusivo, situando el conocimiento como un recurso estratégico para el bienestar social y el progreso del país.
¿Qué aspectos cree que hacen únicos o valiosos a los programas de postgrado que ofrecen las universidades estatales frente a otras instituciones?
Desde mi experiencia como académico e investigador, considero que los programas de postgrado en las universidades estatales poseen una singularidad que trasciende la calidad técnica y académica: ofrecen una formación profundamente enraizada en la misión pública y social que define a estas instituciones. No se trata únicamente de formar profesionales e investigadores competentes, sino de promover la construcción de un conocimiento riguroso, situado y orientado a generar un impacto real en las realidades sociales y territoriales del país. Esta particularidad se refleja en la orientación hacia líneas de investigación que abordan problemáticas contextualizadas, integrando la diversidad cultural, social y económica de nuestras regiones. Así, el postgrado en universidades estatales se convierte en un espacio donde el conocimiento científico dialoga estrechamente con las demandas sociales, y donde la formación ética y crítica de los estudiantes se entrelaza con un compromiso explícito con la equidad y la justicia social.
Si bien reconozco que otras instituciones también ofrecen programas de alta calidad, estimo que la esencia y vocación pública de las universidades estatales otorga un sello distintivo a la manera en que conciben y desarrollan sus programas de postgrado. Esta vocación implica una responsabilidad ética que orienta no solo la producción académica, sino también la forma en que se vinculan con el medio, contribuyendo activamente al desarrollo regional y al bienestar colectivo. En definitiva, veo en los programas de postgrado de las universidades estatales una propuesta formativa que integra excelencia académica, relevancia social y un compromiso profundo con la democratización del conocimiento, elementos imprescindibles para enfrentar los desafíos complejos y dinámicos de nuestra sociedad.
Pensando especialmente en las universidades ubicadas en regiones, ¿qué retos identifica en relación con la consolidación y proyección de sus programas de magíster y doctorado?
Desde mi perspectiva, las universidades regionales enfrentan una serie de desafíos que inciden en la consolidación y proyección de sus programas de magíster y doctorado, estrechamente vinculados a su contexto territorial, institucional y sociocultural. En primer lugar, uno de los retos más relevantes es fortalecer la capacidad investigativa y académica, lo que exige contar con recursos humanos especializados, infraestructura adecuada y redes de colaboración nacionales e internacionales. La atracción y retención de talento académico resultan fundamentales para consolidar líneas de investigación sólidas y competitivas, indispensables para asegurar la calidad y pertinencia de la formación de postgrado. Otro desafío importante radica en la vinculación efectiva con el medio local y regional, que debe entenderse no solo como un requisito formal, sino como una oportunidad para desarrollar investigaciones situadas que respondan a las necesidades y particularidades de las comunidades. Esto implica diseñar programas flexibles y contextualizados, capaces de articular la formación con la realidad sociocultural y económica del territorio, generando un impacto social concreto y sostenido.
Asimismo, las universidades regionales deben afrontar la tensión entre la internacionalización y el fortalecimiento de una identidad regional sólida. La consolidación de programas de postgrado requiere un equilibrio cuidadoso que permita integrarse a redes globales de conocimiento sin perder la especificidad y relevancia local que las caracteriza. Finalmente, la visibilidad y el reconocimiento de los programas de postgrado regionales representan un desafío permanente, que demanda estrategias de difusión, calidad académica sostenida y articulación con actores clave del sistema científico nacional. Su consolidación también depende de un apoyo institucional claro y de políticas públicas que reconozcan el aporte de la investigación regional como motor de un desarrollo equitativo y descentralizado. En suma, la proyección de los programas de postgrado en universidades regionales requiere construir capacidades internas robustas, fortalecer los vínculos con el territorio y lograr un equilibrio entre lo local y lo internacional. Abordar estos aspectos de manera integral permitirá potenciar su contribución estratégica al desarrollo académico y social del país.
A partir de su paso por el doctorado en psicología, ¿de qué manera cree que su formación se relaciona con los siguientes principios institucionales?
Bienestar personal: durante la formación doctoral se reflejó en la satisfacción de construir una línea de investigación propia, enfrentar desafíos técnicos y metodológicos, y establecer redes académicas. Más allá de lo técnico, el contacto con las personas detrás de los datos otorgó sentido y humanidad al proceso, fortaleciendo mi identidad como investigador y mi compromiso ético. Asimismo, el doctorado permitió descubrir y potenciar capacidades, consolidando un espacio vital de crecimiento personal y profesional.
Formación con sentido: el programa doctoral estuvo guiado por un enfoque público y territorial, orientado a responder a necesidades sociales concretas. La investigación se nutrió del trabajo con equipos de salud mental, generando retroalimentación continua y una praxis crítica y situada, consciente de las implicancias éticas y sociales del conocimiento producido.
Compromiso ciudadano: la experiencia reforzó mi convicción de que investigar no es un acto neutro, sino una práctica con efectos sociales y políticos. Asumí un rol activo en la transformación de los territorios, entendiendo la investigación como herramienta para visibilizar problemáticas y promover justicia social.
Diversidad e inclusión: la convivencia en un entorno diverso enriqueció mi mirada, mostrando que el conocimiento es colectivo y situado. Esta experiencia fortaleció mi compromiso con la creación de espacios inclusivos donde la diferencia sea una fuente de aprendizaje.
Equidad de género: la formación incluyó seminarios y trabajos con perspectiva de género, lo que permitió cuestionar desigualdades estructurales y posicionarme éticamente a favor de relaciones académicas y sociales más justas y equitativas.
Vínculo territorial: el contacto con la región de Arica y Parinacota otorgó profundidad y pertinencia a la investigación, reforzando el compromiso con una psicología conectada con su entorno, al servicio del tejido social y del desarrollo regional.
¿Cómo evalúa el aporte de la Red de Postgrado del CUECH en la apertura del conocimiento y en la movilidad académica entre instituciones?
La Red de Postgrado del CUECH ha sido clave para fortalecer los vínculos académicos entre universidades estatales, facilitando la circulación del conocimiento y promoviendo instancias de colaboración genuina. La apertura que impulsa esta red no se limita al intercambio de saberes, sino que también favorece el reconocimiento mutuo entre comunidades académicas que, desde distintas realidades territoriales, contribuyen a la construcción de un conocimiento situado, crítico y transformador. En mi experiencia, participar en actividades interuniversitarias, seminarios compartidos y redes de investigación ha enriquecido no solo mi marco teórico y metodológico, sino también mi sensibilidad frente a los desafíos que enfrentan diversas regiones del país. Si bien la movilidad académica no siempre ha sido física, debido a restricciones geográficas o presupuestarias, la red ha generado una valiosa circulación de ideas, encuentros virtuales de alto nivel y colaboraciones fructíferas entre estudiantes e investigadores.
En su opinión, ¿estas redes colaborativas han contribuido a mejorar la visibilidad y el reconocimiento de los programas impartidos desde regiones?
Sin duda. Las redes colaborativas han permitido visibilizar el alto nivel académico de los programas de postgrado regionales, así como su pertinencia social y territorial. Esta visibilidad no solo es externa, hacia la comunidad científica nacional e internacional, sino también interna, promoviendo en quienes habitamos estos espacios una valoración profunda de los saberes que se gestan desde y para las regiones. Estas redes han favorecido un discurso descentralizador que, al tiempo que fortalece la proyección académica de las universidades regionales, también interpela al sistema universitario chileno sobre la urgencia de democratizar el acceso a las oportunidades formativas y de investigación, respetando las particularidades socioculturales de cada territorio.
Para cerrar, ¿qué consejo o mensaje le daría a quienes están considerando estudiar un postgrado en una universidad estatal chilena?
Invitaría a quienes están considerando esta opción a pensar el postgrado como un acto de compromiso con el conocimiento, pero también con el país. Estudiar en una universidad estatal significa sumarse a un proyecto de transformación social que pone al centro la equidad, el pensamiento crítico y la producción de saberes con sentido público. Las universidades del Estado no solo forman investigadores o especialistas: forman ciudadanos comprometidos, capaces de dialogar con los desafíos reales del país y aportar desde su campo disciplinar a la construcción de una sociedad más justa. Desde mi experiencia, puedo decir que realizar un postgrado en una universidad estatal es una oportunidad para explorar el potencial personal e intelectual, para conectar con otras y otros que comparten una misma vocación por la investigación, y para formar parte de una comunidad que piensa y actúa desde el conocimiento con propósito.